domingo, 4 de abril de 2010

El ambiente estaba cargado, pero era yo mismo, con mi respiración inquieta y mi cuerpo agarrotado de puro nervio, quien empañaba aún más el aire enrarecido que me rodeaba. Jamás en toda mi carrera me había topado con un tipo así… había oído hablar de ellos casi a diario, claro, y había estudiado montones de casos similares, pero encontrarse frente a uno de ellos es demasiado chocante. Y eso en la facultad no te lo advierten, desde luego. “Frialdad profesional” –me digo-, “sólo se trata de un caso más…y después otro, así que acostúmbrate”. Él me miraba desde su silla, fumándose un cigarrillo que le habían dado los agentes poco tiempo antes. “¿Qué piensas ahora? ¿Qué tienes que decirme? ¿Cómo vas a justificar…”

- Supongo que querrá usted saber por qué lo hice –Exhalando el humo, el chico me lanzó una mirada cómplice que me estremeció de repugnancia. –Porque es usted el psicólogo, ¿verdad?

- Así es –respondí, sin dejar que lo que en ese momento sentía se percibiese en mi voz lo más mínimo.-Pero antes hay otras preguntas que debo hacerte. ¿Has tenido alguna vez en tu pasado alguna…

- Estoy dispuesto a responderle a todas las preguntas- interrumpió él, curvando su huesudo cuerpo para depositar la ceniza de su cigarro en el cenicero que estaba sobre la mesa, sin que el pulso le temblase lo más mínimo.- Pero antes déjeme contar por qué lo hice… me muero de ganas.

Mientras sentía la sangre agolpándose en mis sienes, asentí con la cabeza, invitándole a hablar.

- Gracias… Debe usted saber que ella era mi vida. Yo se lo decía siempre, sin ella nada tenía sentido para mí. Yo le daba todo… lo único que le pedía era fidelidad absoluta. No me gustaba que fuese con otros, siempre se lo decía. Al verla en la calle abrazando a ese tío… bueno, perdí el control. No recuerdo qué ocurrió, de verdad, mi memoria vuelve cuando ya están los dos en el suelo y yo manchado de su sangre… Él, muerto. Ella aún vivía. Tuvo tiempo para ver su error, yo siempre se lo decía.

-Hay algo que no sabes. El chico que la abrazaba era su primo.

De pronto, sus labios se curvaron en una sonrisa brutal, demente, inhumana, mientras me miraba directamente a los ojos, mirando dentro de mí. A continuación, estalló en convulsas carcajadas, mientras el humo se le escapaba de los dientes en horrendas bocanadas.

-¡Ja! ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¿Por qué nunca me habló de él? –A continuación hizo un silencio, en el que sin duda debía esperar mi asentimiento lleno de camaradería. –Pero, ¿no lo entiende?-Exclamó, incrédulo, al ver mi semblante inexpresivo- ¡Había algo, seguro que había algo! Entre primos no es tan raro…

-Vamos a comenzar con las preguntas…- comencé yo. Pero él no me escuchaba. Ni siquiera era a mí a quien se dirigía ya. Tras apagar el cigarrillo, se cruzó de piernas, relajado, terriblemente sonriente, con la paz de quien ha hecho lo que debía. Con una feroz mueca de plena satisfacción y seguridad en su rostro vacío.

- Yo siempre se lo decía…-continuaba él, mirándome sin verme en realidad. –Que la amaba, que mataría por ella. Y ella se reía, agitando sus rizos rojos, incrédula. Pero ya ves, ¿quién ríe ahora? Ah, sí, ¿qué iba a preguntarme?

2 hojas secas:

Irene dijo...

Al fin los eventos del tuenti sirven para descubrir algo util jejejeje

Un besote golfa! :)

El Perro dijo...

Buen relato, brebe, simple y directo.
Al leerlo imaginaba al protagonista de Trainspotting.

Un placer descubrir por fin un blog con algo de chicha.

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