FOTOSÍNTESIS

martes, 27 de septiembre de 2011
Los rayos
penetran en mis músculos
y llegan
hasta el césped.
Se introducen
en mis poros
y los inundan
de un calor
profundo, intenso,
real.
Se cuelan
por mis muñecas
así, así,
despacio.
Como anguilas tiesas.
Inundando mi corazón
de una temperatura
amorfa e inmensa,
como el mar.
Y todo late
y se revuelve
dentro de mí,
entre mi sangre,
y nos hacemos
uno solo:
el sol,
mis glóbulos
y yo.

Y lo veo,
lo veo todo.
Tras mis párpados,
que son
membranas carnosas,
finísimas fronteras
entre yo
y todo lo demás.

En la mañana
áurea,
de fuego
tocada,
el astro rey
me regala
fantasías ígneas,
justo
donde todo mi ser
acaba
y empiezan
mis pestañas.

Retazos de realidad
quemada,
como una foto vieja
de mudos fantasmas
sepias.

Y este césped...
estas finas
hebras verdes
que acarician
mi piel
sólo pueden ser
yemas de
dedos de
algún ser
inmortal.
Pero eso, ¿qué mas da?,
si puedo estar
así anclada,
pensando -apenas-
en nada
que mame del mundo real.
Si sobre mis pestañas
bailan seres
de todo y de nada,
de fantasía robada
de luz
y paz.
Brillante
quietud
que reina
en el aire
que trepa
a mi cuerpo
y dentro
se queda.
Mundo perfecto:
lo externo
hierve
en mis venas.