DIÁLOGO INTER MORTOS

martes, 5 de julio de 2011


Hemos tenido suerte, 
la marea vino por nosotros.
Se llevó nuestros cuerpos
de pulmón y sal
y no nos dejó en tierra.


No mires, 
no mires atrás.
El resto allá quedó
anclado.
Sus raíces se hunden
en la arena
y nosotros volamos, 
¿liberados?
Quizá.
Suerte tenemos
de alcanzar la libertad
aun sin saber
si vivimos.


                                                             


Ya escapamos
de los dedos
del tiempo.
Nuestros labios
ya no entienden
de palabras,
ni de besos.
Nuestros ojos
sólo miran
al cielo
sin ver los deseos
que colgamos
de su techo
años atrás.


Sólo ahora entendemos
que la libertad
se va llegando
a paso lento o ligero,
según la cantidad
de años gastados
en deshojar
nuestras vidas.


No mires,
no mires atrás.
Ahora que puedes
ver sin mirar,
no olvides
que eres libre.
Ahora que ya no estás.

ARMONÍA EN EL PULSO

jueves, 16 de junio de 2011
Notas palpitantes. Silencios que susurran las incoherencias más ciertas que jamás he oido entre los sonoros lamentos de los instrumentos. Dotar de existencia a los pliegues del alma a través del sonido, llenar nuestros pulmones con él... ¿qué hay más hermoso? ¿Cómo explicar las puntadas sonoras que atraviesan nuestros oidos hasta inundar nuestros ojos? ¿Cómo definir un recuerdo que siempre nos aparece colgando de una misma melodía, una y otra vez? ¿Qué hay dentro, que se inflama y nos anega el cuerpo de un ligero, delicadísimo y único escalofrío?

¿Qué...?
            ¿Cómo...?
                           ¿Por qué...?
                                             ¿Acaso no convierte eso la vida en un regalo maravilloso? ¿En una suerte de interrogante que de vez en cuando nos pellizca y nos hace dar gracias, aunque no sepamos a quién?

Palabra, mon amour

martes, 15 de marzo de 2011
Palabras. Agolpadas en mi mente. Sílabas. Golpeándome el cerebro cansado. Letras; tirando de la punta de mi lengua. Palabras, ¿qué sería de mí sin ellas?

Quizá incluso sería una persona razonable, coherente también. Porque no es lógico no tener nada que decir y necesitar decir algo... Necesitar las palabras... Como una droga, como un amor prohibido y constante, latente en mi cabeza y en la punta de mis dedos. El romance más irreal y posible a la vez que he vivido jamás.

Como dos amantes conocidos, acostumbrados a las prisas de los encuentros fugaces, y a la parsimoniosa calma de los grandes homenajes. Habituadas estamos a los regodeos intensos, rápidos, apasionados, de los desahogos en cualquier esquina de un rato libre. A las mañanas en las que apartamos nuestras vidas a un lado para amarnos con la calma agotadora, casi dolorosa, de las gotas de sudor en una piel familiar.

Como los amores que valen la pena, me haces daño... me escueces en casa pliegue de mi mente, que jamás abandonas. Siempre tu presencia me recuerda hasta qué punto te necesito. Hasta qué punto te amo. Hasta dónde podría llegar sólo por sentir tu aliento entre mis propias fosas nasales. Hasta cuándo quiero esperarte, vida. Hasta cómo quiero vivirte. Palabra.